El papel es mi diván

jueves, 9 de octubre de 2008

Pocas cosas podían confundirme como las imágenes qe él creaba en mi mente con sus palabras. Estaba en una habitación negra, con una tarima acortinada, llegué y miré a mi alrededor, el sólo echo de su presencia me descolocaba las neuronas, o mejor dicho; las ubicaba en su sitio. Entre y una oleada de cariño inundó mi cuerpo. Miré a mi alrededor, toda esa gente que conocía apenas desde hacía unos meses e incluso no había hablado con algunas de ellas, me provocaron mayor bienestar del que poca gente podía jactarse de entregarme. Esa gente ahí reunida, en la habitación negra, eran la gente a la que había decidido entregar mi afecto ese día. Por qe se respiraba en el aire un aroma qe inundaba mis sentidos dejándome casi literalmente feliz, feliz como pocas veces en mi vida. Pensé en ellos y me abrazé a la idea abstracta que ellos representaban en mi cabeza, qizá no hubiese sentido lo que sentí a no ser por la precencia de aquel hombre. Pero ahí estaba, cuando comenzó a hablar, cuando dijo con tres palabras no tan poéticas cosas que nos llevaron a todos hacia otro lugar. Derrepente la tarima en la que estaba sentada ya no era un tarima, era un precipicio, de repente el color negro de las paredes y el suelo se transformo en un color ocre, y el tibio tacto de la madera que tenía bajo mis manos se volvió de pronto una tierra arenosa. Me volví a mi alrededor, pero ya no estaban más esos amados compañeros, ahora sólo podía ver gigantes arañas monstruosas, y el enorme precipicio sobre el cual estaba sentada. Antes de que pudiese detenerme a pensar mi situación, miré hacia abajo. Arrepentida corrí mi vista del acantilado, y este comenzó a crecer. Crecía, yo me paré y corrí, la música sonaba acorde a mi respiración, y el golpe de las palmas iban al compás de mis pasos apurados. Miré hacia el gran agujero creciente, su tamaño seguía en aumento, y me empujaba hacia las gigantescas fieras boraces. Esqivé una que apareció a un lado mío. Corrí caminando, hasta que me agazapé al suelo, ahora los temerarios arácnidos eran bisturíes ensangrentados, tomados por los hilos de una marioneta. se acercaban a mí, casi alr raz del suelo, y el precipicio seguía creciendo. Me oculte en una oscura guarida, y derrepente noté a alguien a mi lado. No pude ver al sujeto, estaba tan oscuro! eso no hacía más que empeorar las cosas. pero supe que no era un enemigo, estaba igual o más de asustado que yo, y su respiración era más complicada que la de mis esforzados pulmones asmáticos, le tomé la mano, y toqué sus piernas con las mías. Las espantosas arañas reaparecieron, se acercaron a mí, y yo cerré los ojos aún con más fuerzas, apretujándome al contorno de mi nueva compañera, suspiré aliviada cuando se fue. La odisea continuó durante un rato, hasta que exhausta, volví a mi guarida para dormir. Y dormí. Dormí y pensé en la más hermosa de las imágenes. Pensé en mi nueva esperanza, pensé en mi nuevo sueño, en mi nuevo impulso feliz.
ITheatre

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